Los cambios se han dado siempre, pero son particularmente generalizados,
profundos, acelerados e interdependientes en los tiempos modernos, es decir, desde
el siglo XVIII; durante el cual se configuran y toman fuerza las monarquías
absolutas y colonialistas (en un contexto político) y la revolución industrial (en un
contexto económico).
En ese marco, los Estados se constituyen en centro de poder, el cual era ejercido
en forma centralizada y vertical, y abarcaba desde las áreas políticas (soberanía,
defensa, relaciones internacionales y justicia); culturales, justificando esta amplitud
por el supuesto propósito de búsqueda del bienestar de sus súbditos (Estado
paternalista y benefactor); económicas, donde los Estados empresariales se afianzan
a nivel primario (extracción de recursos naturales), secundario (manufactura), y
terciario (servicios), con un gradual predominio de estos últimos.
Para la administración de este vasto y variado ámbito de actividades, se crean y
mantienen numerosas organizaciones estrechamente dependientes del poder central,
cuyo conjunto podemos denominar “administración pública”, y que son reflejo e
instrumentos de la política estatal global (Estado autocrático). Por lo que se las dota
de normativas rígidas, son dirigidas por funcionarios de confianza del gobierno
central y se les delega la toma de decisiones bajo la premisa de que el resto del
personal carece de atribuciones e iniciativa, y se debe respetar el “conducto
regular”, con la consecuente centralidad de las resoluciones e inevitable lentitud de
la atención.
Luis ALVAREZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario